/Jornal Clarin, de Buenos Aires, 21 de maio de 2005

(Ref: http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2005/05/21/index.html E http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2005/05/21/u-980330.htm)

DEBATES

“Todos contra Miller, el yerno de Lacan”

Tras la muerte de Lacan, su yerno Jacques-Alain Miller heredó el liderazgo de su escuela y la responsabilidad de difundir el legado del psicoanálisis lacaniano. Pero Miller genera controversia: para unos, es un entusiasta emprendedor; para otros, un arribista autoritario. La encendida crítica del libro “¡Ese yerno de Lacan!” reabre el debate. Aquí opinan seguidores y detractores de Miller

por MARIANA CANAVESE

Decía Gilles Deleuze que los franceses son demasiado humanos, que están en exceso preocupados por el futuro y el pasado, que les gustan demasiado las raíces, los árboles, el catastro, los puntos de arborescencia y las propiedades. Y hay algo de esa condición francesa en lo que podríamos llamar el asunto Jacques-Alain Miller.

Un curriculum vitae establecería que Miller es, por ejemplo, el fundador la Asociación Mundial de Psicoanálisis, el director del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII, que fue discípulo de Louis Althusser y de Georges Canguilhem, que escribió entre tantos otros El banquete de los analistas, Le neveu de Lacan y las Cartas a la opinión ilustrada y que es el responsable del establecimiento del texto de los seminarios de Jacques Lacan. Pero el lugar de Miller en el psicoanálisis se ha transformado en algo bastante más espinoso que un listado de cargos e instituciones. Sea para unos el líder mundial del psicoanálisis lacaniano, para otros ese yerno de Lacan y para casi todos quien ha moldeado los últimos veinte años de la historia del lacanismo, lo cierto es que desde la muerte de Lacan el asunto Jacques-Alain Miller ha sido fértil en querellas y complacencias, en insultos y silencios, en tribunales narcisistas y elogios de la neurosis.

Respecto del lugar de Miller en el psicoanálisis, Jorge Forbes, quien preside el Instituto de Psicoanálisis Lacaniano en San Pablo y estableció con Miller el Campo Freudiano en Brasil, señala que está directamente vinculado a la enseñanza de Lacan de dos formas: como la persona por él escogida para transformar en texto sus seminarios y como alguien que avanza en la orientación lacaniana en el siglo XXI. “Esas dos tareas —afirma Forbes—, Jacques-Alain Miller las realiza de una manera lógica, clara, comprometida y entusiasta.” Su par argentino, el psicoanalista Germán García, indica: “Parece ser que Antonio Gramsci decía que no importa qué opina cada uno sino quién impone el tema sobre el que se discute, y los temas que se discuten los impone Miller. A alguien se le tienen que ocurrir los temas, y al psicoanalista, en general, lo que se le ocurre es qué hacer para tener más pacientes”.

Sus detractores, en cambio, se han encargado de recriminarle su condición de yerno de Lacan y de enfatizar sus aptitudes arribistas y autoritarias, de operador político y organizador empresarial. Hace unos años, desde las páginas de la revista Imago Agenda, el psicoanalista Roberto Harari recordaba las demandas por estafa presentadas por Miller a raíz de la difusión de textos de los seminarios de Lacan sin su permiso: “Una táctica para escarmentar a la comunidad psicoanalítica y desalentar cualquier iniciativa similar —sostenía Harari—. Una misma y sostenida política: silenciamiento, omisión, distorsión, segregación”. Hasta su ex analista, Charles Melman, llegó a acusar a Miller de “felonía” en la revista Passages y destacó su “apetito de poder”, su apuesta a las negociaciones políticas y no teóricas y su búsqueda de promoción personal.

La reciente publicación de ¡Ese yerno de Lacan! Historia de un insulto (Editorial Biblos) viene a intervenir en este mapa de adeptos y detractores trazado a partir del lugar de Miller en el psicoanálisis. Allí Carlos Parra y Eva Tabakian realizan una lectura rigurosa del material que ofrecen sus intervenciones, artículos y cursos, exponiendo a un tiempo como éstos le permiten seguir situándose como el heredero legítimo de Lacan y poniendo en cuestión esa herencia y esa legitimidad desplegada en la fundación de instituciones y escuelas que Miller lleva adelante. Parra y Tabakian retoman, entonces, la pregunta que él mismo se formula: “¿Qué soy yo en la historia del psicoanálisis, seré el yerno de Lacan para toda la eternidad?”. Y plantean cómo ésta requiere pensar la relación de esencia entre ser yerno y la historia del psicoanálisis, dado que esta condición sostiene y decide la posición de Miller: su política, el manejo del poder, su relación con la causa y las rencillas institucionales. Los autores afirman que “con Miller, y sólo con él, surge en el psicoanálisis la cuestión del ser-yerno-de…”, y escriben: “Es Miller quien introduce esa especialidad francesa, la del yerno (que puede unirse a la de los quesos y los cerdos), en la historia del psicoanálisis”.

En las Cartas a la opinión ilustrada (Paidós) —continúan— hay un grito que aún no ha sido escuchado: la cólera por lo imposible de olvidar (ser el yerno de Lacan), el sacrificio que no acepta (renunciar al nombre propio), el tormento por no poder dejar de ser el yerno de Lacan y lo imposible (ser Jacques-Alain Miller sin Lacan).

– —¿Por qué —preguntó – Ñ- a Parra y Tabakian— les sorprendió tanto la pregunta que se formula Miller “qué soy en la historia del psicoanálisis”?

– —Porque en nuestros trabajos anteriores (Lacan y Heidegger, una conversación fundamental, Del retorno a Freud y Dimensión trágica de la ética) tomamos el planteo de Lacan que formula la pregunta del neurótico ¿qué soy yo en el mundo? Venimos trabajando sobre la cuestión del ser y aparece la pregunta “¿qué soy en la historia del psicoanálisis?” Por otro lado, cómo lee alguien el trabajo de otro cuando está cuestionándose todo el tiempo si su nombre está o no está. Miller no puede aceptar la pérdida del nombre propio, que era condición sine qua non para tomar la tarea de la transcripción del seminario. ¿Qué pasa con su deseo? Hablamos del deseo de Freud que fue cuestionado por Lacan, del deseo de Lacan que es el deseo del analista… ¿Cómo se juega en el psicoanálisis el deseo de Miller? El libro muestra el lugar que ocupa Miller a través de lo que él mismo dice. Este lugar no ha sido pensado ni comprendido, ni por sus seguidores ni por sus detractores, porque de Miller no se habla, se lo insulta o se lo adula, pero no hay una verdadera conversación sobre lo que pasa en ese lugar.
El “yernísimo”

¡Ese yerno de Lacan! cuenta la historia del insulto que persigue a Miller: “Haga lo que haga, diga lo que diga, funde lo que funde —advierten los autores—, no puede dejar de ser ¡ese yerno de Lacan! para la eternidad. Y cada vez que así lo nombran le escamotean su nombre propio, cuya reivindicación él busca afanosa e inútilmente”. En tal caso, el insulto es efecto de su rechazo al mandato de transcribir el Seminario. Pues bien, alguien lo llamará “el padre de los nietos de Lacan” o lo apodará “Diván el Terrible”. El mismo Miller sugiere algunas fórmulas que al menos le devuelvan su nombre propio. Así, Jacques se podría asociar a Faire le Jacques (en español, “hacer el idiota”) y Miller a fa-milière (“familiar”).

En el prólogo del libro de Parra y Tabakian se lee: “Todo muestra que el único modo de ser Jacques-Alain Miller en la historia del psicoanálisis es siendo el yerno de Lacan porque el otro camino sólo conduce a este insulto que no puede borrarse ni con la maquinación institucional ni con las veleidades literarias, ni con las unificaciones de dominio. Lo que le fue encomendado al yerno es el cuidado y la transmisión de la palabra de Lacan y de esto y sólo de esto deberá dar cuenta ante la eternidad”. Y es que dado que Lacan no ha dejado obra escrita, uno de los cargos más insistentes con los que ha tenido que lidiar Miller es que, siendo el único legalmente autorizado para publicar los seminarios de su suegro, viene ejerciendo sus deberes de albacea de un modo insatisfactorio para amplios sectores: en lo temporal por la lentitud con la que publica cada seminario, en lo técnico no han faltado las ediciones críticas que cuentan hasta 579 los errores que ha cometido. Tampoco escasearon los recursos legales interpuestos por Miller contra la distribución de algunos textos.

En relación a cómo evalúa la tarea que Miller viene ejerciendo respecto del mandato de Lacan sobre el Seminario, y ante la pregunta de si el hecho de que la interpretación quede en manos de una sola persona no implicaría un control sobre la palabra de Lacan, Forbes responde: “El establecimiento en texto no implica un control sobre la palabra de Lacan. Dejemos la hipocresía. Todos los seguidores de Lacan, hace muchos años, poseen lo que se llama ‘los seminarios piratas’, desgrabaciones directas de sus aulas. El trabajo que Jacques-Alain Miller hace de establecer en texto los seminarios de Lacan fue solicitado por el propio autor. Lacan tenía el derecho de dar el rumbo que quisiese a su enseñanza. Creo que la idea de que un comité hiciese mejor la tarea que una sola persona, es interesante. Sería otra opción, pero tengamos en mente que ni la unión hace la fuerza ni la unión hace la verdad. Y como se dice en lunfardo: ‘un camello es un caballo hecho por una comisión'”. En la misma línea, García sostiene que “a esta altura la obra de Lacan ya existe pirateada en todas las lenguas. Nadie podría decir ‘no podemos leer Lacan porque este hombre no nos deja’. Lo que no pueden leer son los seminarios que Miller no hace, y Miller los va haciendo como se le antoja. No se ve por qué Miller debería trabajar para los que lo odian ni por qué quienes lo odian no trabajan con los seminarios que andan por ahí sin hacer tanto problema”.

Parra y Tabakian recuerdan cuando Miller había decidido que iban a haber tres ediciones: la suya, la que se hiciera cuando dispusiera todo el material para su publicación y la “gran edición académica” que haría con quienes lo acompañaran: “¿Qué está diciendo, entonces? Está la mía, la de todos y la de nadie. ¿Todos y nadie quiénes son? Nadie. El se ocupó de que ésa sea la palabra oficial; el resto —copias piratas— él los descalifica. Se supone, entonces, que es la que a nosotros nos tiene que llegar”. Con todo, para los autores de ¡Ese yerno de Lacan! la discusión sigue siendo otra: Miller tiene pendiente el mandato de Lacan que lo elige como editor de sus seminarios y la exigencia de esta elección consiste en el sacrificio de su nombre propio, puesto que el seminario es de Lacan y no de Miller. “El podría haber sido yerno poniendo el material a disposición de todos y haciendo luego su trabajo —señalan—. El insulto es consecuencia de que no haya sido de esa manera. Su manera fue querer ser todo esto sin ser yerno. Pero no puede dejar de ser yerno porque el peso histórico se lo da Lacan. Lo más interesante es que Miller sabe todo esto, porque de otro modo no hubiéramos podido recopilar este material. Lo está diciendo, y en psicoanálisis lo dicho está dicho”.

El libro devuelve la imagen de un Miller consagrado a la transmisión de Lacan a través de la fundación y expansión del movimiento (un “furor fundandi en nombre del suegro”), en tanto ha dejado la transcripción del seminario como algo secundario.

Por su parte, Germán García, refiriendo a un capítulo de su propio libro El psicoanálisis y los debates culturales: ejemplos argentinos, de próxima aparición, afirma que “Miller es el mentor de una compleja realización institucional que está dando una dimensión nueva a la ‘reconquista del campo freudiano’ propuesta por Jacques Lacan”. Y sostiene: “Yo no soy complaciente con la institución pero la crítica, para mí, no tiene que ver con la estructura de la institución ni con la dirección de Miller sino con la respuesta. Miller hizo una escuela con nosotros, nosotros deberíamos saber qué hacer con la escuela que Miller hizo. Y no es seguro que lo sepamos.”

Por su parte, Jorge Forbes señala: “Sé que hay personas que prefieren tomar a Lacan en partes. Tomar la clínica, no la política; tomar la política, no la epistemología; tomar la epistemología, no la clínica… Jacques-Alain Miller, seguramente, no defiende el Lacan descuartizado. El avance del psicoanálisis se da en la articulación de esos tres niveles. Eso no significa que avancen todos a la misma velocidad. Yo diría que hoy la clínica y la episteme están al frente de la forma institucional llamada escuela. Tenemos que repensarla para el siglo XXI”. Forbes ve positivamente que los debates se estén aggiornando y ajustando a los temas de actualidad. “Veo una enorme fecundidad en el desarrollo de las propuestas lacanianas que aún no fueron exploradas en todo lo que se refiere al tratamiento de lo que he dado en llamar ‘el hombre desbrujulado’ —dice—; el hombre típico de los tiempos posmodernos. Diría que la clínica de lo real, la segunda clínica de Lacan, está apenas comenzando a mostrar su eficiencia y sus frutos.”

Respecto al énfasis político-institucional de Miller, Parra y Tabakian advierten, sin embargo, que “Miller no pertenece a un campo de intervención ajeno al psicoanálisis argentino. De hecho, para que se formara aquí su escuela, la Escuela de la Orientación Lacaniana, se disolvieron muchas otras instituciones. De modo que hubo una redistribución del poder y de los manejos de la producción. Miller, en este sentido, está instalado en la Argentina, maneja lo que se consume de Lacan y orienta, como bien dice el título de su escuela, los temas de investigación y lectura de gran parte del campo psicoanalítico”.

– —¿Cómo es —preguntó – Ñ- a Parra— el tipo de institución que diseña Miller?

– —Es una institución que nace bajo sospecha, con el supuesto aval de un Lacan que acaba de disolver la suya y que la nombra como ‘la escuela de mis alumnos’. Este comienzo obliga a estar reforzando continuamente la cuestión de la legitimidad y por ello es que se multiplican los trabajos sobre la Escuela y sus temas. Este hacer bajo sospecha lo obliga a poner el tema institucional sobre el tapete todo el tiempo, a salir a teorizar continuamente sobre lo que es una escuela y una conversación. La escuela que fundó Jacques Lacan fue disuelta por él mismo, pero para disolverla primero la fundó, y ahora tenemos infinidad de instituciones, escuelas, que se disputan lo que justamente está en juego en todas ellas: quién decide quién es psicoanalista. Hasta tal punto esto es así que ahora Miller está absolutamente desvelado por la discusión en torno a la regulación de la práctica de las psicoterapias por el Estado francés; regulación que le restaría poder a su escuela en la formación de los analistas.

¿Dónde está el debate?

El libro de Parra y Tabakian sirve para denunciar también el empobrecimiento del debate analítico. Pero ¿cuáles serían las bases para una discusión más rica? “Si recorremos los últimos reportajes o el listado de los trabajos en congresos y las publicaciones actuales —responde Tabakian— la mayoría gira en torno de los temas actuales que no son otros que los institucionales, que por otra parte son los que Miller impone a sus seguidores. Así el lacanismo queda absolutamente alejado de la afirmación de Lacan que nosotros recogemos en el libro: el psicoanálisis es el último lugar en el cual se pregunta por el hombre. Tal vez sería conveniente poner sobre la mesa la pregunta que guió todo el quehacer lacaniano, la única pregunta fundamental lacaniana: ¿qué es el psicoanálisis?, pregunta que Miller deja de lado; es la cuestión del ser la que a partir de aquí habla para siempre.” La pregunta por lo que es el psicoanálisis implica pensar —a favor, en contra o más allá— la institución psicoanalítica. Queda abierto el espacio para debatir en torno a lo que quizá sea un problema para nada carente de historia: el de la palabra al fin revelada y el poder que la promesa de su enunciación supone.